Esta joven nebulosa tiene tan solo 4.000 años y es una de las nebulosas planetarias más grandes que conocemos. Espera, ¿hemos dicho planetaria? ¿Es que era antes un planeta? Sentimos deciros que no, este es el nombre que reciben las nebulosas que se forman con la emisión de la envoltura de una estrella de masa media en sus fases finales, pero antiguamente las confundían con gigantes planetas gaseosos.
Nuestra nebulosa se originó con la explosión de su estrella central, la cual expulsó una gran variedad de elementos químicos, en especial oxígeno y azufre, quedando la pobre reducida a lo que se conoce como una enana blanca. Es un espectáculo que en tiempos astronómicos puede considerarse un instante, tanto es así que seguramente la gente que viva en el año 40.000 D.C. ya no pueda verla pues se habrá difuminado como el vapor de un café recién hecho.
Dicen que al mirar al espacio estamos mirando al pasado, pero aquí estamos viendo el futuro, pues esto es lo mismo que mostrará nuestro sol cuando llegue a su final.